Hemos tenido la inmensa fortuna de conocer muchos lugares paradisíacos de nuestro país antes del gran auge del turismo. Las cosas son ahora de otra manera. Esta transformación inesperada nos aterra. Los Cerros de mavicure es uno de esos pocos lugares que se mantienen aún reservados para el silencio y la contemplación. En el Guainía respiramos selva. Se detendrá este turismo desaforado que transforma las pequeñas costumbres y la sencillez?
Una vez aterrizas en Inirida, la capital del Guainia se hace evidente la importancia que tiene el agua en el paisaje. Es literalmente una region de humedales, caños, lagunas y meandros. Imponentes rios caudalosos enmarcan este territorio privilegiado en vida. La “tierra de muchas aguas” es literalmente una colosal reserva de agua para el planeta.
Es necesario ir en grupos pequeños y buscar en todo momento la menor perturbacion posible de las costumbres locales. Las comunidades indigenas han permitido que este territorio se mantenga ajeno a las tendencias de la aplanadora del “desarrollo”. A este escenario vamos orientados por indigenas Puinaves y curripacos, dormimos en sus casas, disfrutamos su comida, acatamos sus normas y navegamos en su forma de vivir. También sentimos sus carencias y percibimos sus necesidades. El resultado de este encuentro es el jubilo en el alma cuando te sientes (aunque sea un instante) parte de esta selva insondable.
El ascenso a los Cerros es la culminación de esta visita que a fuerza de emociones y paisaje termina convirtiendose en una peregrinación sagrada.